La estrategia del Partido Popular, desde que Pedro Sánchez asumió la presidencia del gobierno en 2018, tras la moción de censura a Mariano Rajoy, se ha caracterizado por la:
- Deslegitimación
- Polarización
- Presión institucional
La labor de oposición que el PP ha mantenido ha ido mucho más allá de una ortodoxa oposición parlamentaria para acercarse a lo que algunos analistas han llegado a considerar «guerra sucia política», en la que se han utilizado elementos mediáticos, judiciales y policiales.
a) Sobre la deslegitimación: Se ha construido la narrativa de que Sánchez es un presidente ilegítimo, por el hecho de gobernar con el apoyo de EH Bildu o ERC (a pesar de que estos partidos tienen representación democrática).
Además, se ha insistido y explotado el mantra de «España se rompe«, achacando a Pedro Sánchez una actitud traidora por los pactos con el independentismo catalán y el entorno abertzale.
b) Frente mediático y digital: Los medios afines al PP han actuado como altavoces o amplificadores de los escándalos tanto reales como fabricados. Junto a esto, no ha faltado la estrategia de propagación de bulos y desinformación en las redes sociales para contribuir al desgaste de su imagen no sólo política sino, en los últimos días, también personal.
c) Uso del poder judicial: El PP está jugando a la judicialización de la justicia acudiendo a tribunales de manera recurrente o a través de recursos constitucionales para entorpecer las leyes del Ejecutivo. Por no hablar del bloqueo institucional cuyo ejemplo más sangrante y antidemocrático ha sido el caso de la renovación del Consejo General del Poder Judicial que el PP ha bloqueado varios años, desde 2018.
Es evidente y debe defenderse en todo momento que la oposición debe exigir responsabilidades y explicaciones en asuntos como el reciente caso Koldo, y lo debe hacer con dureza. Pero eso no autoriza a construir un relato de corrupción sistémica y descalificaciones personales, sin que haya pruebas fehacientes que lo sustenten.
La conclusión es que el PP ha llevado el ejercicio de la oposición a una ofensiva global y sin tregua, con la intención de erosionar políticamente al gobierno y asu presidente, en una actuación que está en el ámbito del populismo y la estrategia de la desinformación. La lógica destructiva se impone, en vez de realizar una oposición con propuestas, porque el objetivo no es tanto construir o mejorar el país, sino derribar al adversario, negándole cualquier reconocimiento y/o legitimidad.
Sin embargo, estas prácticas no sólo afectan al adversario, sino que degradan el espacio público y aumentan la desafección de la ciudadanía hacia la clase política y las instituciones. Esta recurrencia en la intoxicación mediática y en la desinformación es lo que Hannah Arendt llamó «la mentira organizada«, en su obra «Verdad y Política«, de 1971. La idea que subyace aquí es que cuando se borra la frontera entre los hechos y la opinión, el ciudadano no tiene capacidad para juzgar y de reconocer dónde está la verdad. Con mensajes como que Sánchez es un «traidor«, un «okupa» o un «amigo de terroristas«, salta por los aires el respeto hacia la verdad y la realidad y el espacio público se degrada en una batalla de relatos ficticios.
Es interesante también, recordar la posición de J. Habermas en este aspecto. La democracia, según este pensador, se fundamenta en lo que él llama la «acción comunicativa«: es decir, en un diálogo racional, libre y en la búsqueda del consenso. Cuando esto se sustituye, como hace hoy día el PP, en agresión, insulto, o judicialización, la política deja de ser debate público para convertirse en una táctica de poder y los ciudadanos son más espectadores de la desinformación, que participantes con capacidad crítica.
Hay otros pensadores que insisten en estas o parecidas consideraciones (Foucault o Gramsci, por ejemplo).
La «guerra sucia«, en política, es por tanto, desde el punto de vista filosófico, una especie de nihilismo donde no importan las ideas ni la verdad, sino la eficacia táctica.
Es imperante recuperar una ética política que esté basada en la verdad, el respeto y la voluntad de buscar consensos con el adversario…
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