Raúl Echauri (1932-1955), filósofo argentino, ha centrado gran parte de su trabajo, además de su labor como profesor en la Universidad de Rosario, en la recuperación del problema del ser del ente, en particular en el pensamiento de Parménides de Elea, al que considera como el primero en darse cuenta del misterio radical del ser, en tanto que «estar siendo«.
La aproximación al trabajo de Echauri que realizamos aquí, está basada en las ideas principales que despliega en su artículo titulado «Parménides y el ser», publicado en 1973, en la revista «Anuario Filosófico» (vol 6. nº 1, pp. 98-115).
El artículo en cuestión, reflexiona sobre la ontología primigenia de Parménides desde una interpretación neotomista. Es decir, desde el pensamiento de Santo Tomás de Aquino, tal y como ha sido renovado por algunos autores como Étienne Gilson y Cornelio Fabro. La cuestión del ser es el tema central y el artículo propone un diálogo filosófico entre Parménides, la tradición de Tomás de Aquino y la interpretación de Heidegger.
Vamos a seguir las principales líneas de pensamiento que propone:
- El pensamiento ontológico desde Parménides
Si hacemos caso a Heidegger, hay pocos pensadores que se hayan detenido en lo que él considera el problema fundamental de la filosofía: el ser del ente. Echauri, en su artículo, sostiene que Parménides de Elea (s. VI – V a. C.) fue el primero en formularse esa interrogación: no pensar sólo en lo que son las cosas, sino en el hecho mismo de que sean.
Echauri, al tiempo que reivindica el pensamiento de Parménides, critica la tradición filosófica posterior, la cual habría olvidado esa dimensión originaria.
El núcleo del problema está en la expresión griega τὸ ὄν (tó ón), cuyo significado ha sido objeto de diversas interpretaciones. Para algunos, significa el ser; para otros, el ente. Pero, según Echauri, ninguna de esas traducciones, capta plenamente el sentido de la expresión griega. Para el filósofo argentino, τὸ ὄν tiene una doble significación: la primera se refiere a algo que es, es decir, se refiere a cualquier sujeto concreto que pueda existir (a ese sujeto concreto lo llamamos ente, de ahí que un ente puede puede ser un árbol, una piedra o un ser humano), y, en segundo lugar, la expresión también se refiere al hecho mismo de que el sujeto o ente “esté siendo”, es decir, la segunda significación hace referencia al acto mismo de ser, de estar existiendo. De ahí, que Echauri proponga la traducción de τὸ ὄν como «lo que está siendo».
Hay que insistir en la importancia de esta doble significación que señala Echauri: “lo que está siendo” se refiere a que hay una cosa concreta que existe (eso es un ente) y, al mismo tiempo, a que la existencia de esa cosa o ente es algo que está ocurriendo.
Desde luego, una de las tesis fundamentales del artículo que estamos explicando es que Parménides no concibe el ser como una mera abstracción. Sino que el ser es una condición ontológica fundamental de todo aquello que es real: o sea, el ser es algo que está en todas las cosas que existen.
¿Qué significa esto? Que cualquier ente (o cosa) puede cambiar, pero no por ello deja de ser. Por lo tanto, el ser es intrínsecamente permanente: aunque su manifestación real pueda ser múltiple o cambiante, el ser es lo único que no cambia. Constituye la base real de todo lo que existe y no es una abstracción. Las cosas cambian, pero siempre “están siendo” y eso precisamente, “el estar siendo”, es el ser. Pero siempre, por supuesto, hemos de tener presente que el ser no es un ente más, no es una cosa, no tiene forma, no se ve, no se toca. Es lo que hace que todo exista, pero él mismo no es una cosa existente más. Heidegger hace mucho hincapié en que evitemos pensar el ser como una cosa más entre las otras…
- Crítica a la tradición filosófica posterior
La discusión ontológica en la que nos hemos enfrascado, conduce a un punto clave en el ensayo de Echauri: su crítica a la tradición filosófica posterior.
¿Por qué surge esta crítica? Porque, filósofos posteriores, especialmente Platón y Aristóteles, desplazaron el estudio del ser en favor del estudio de la ousía (esencia). Esto implica que se olvidaron del acto mismo de ser y se fijaron en las funciones lógicas o predicativas del verbo ser.
Lo vemos con algún ejemplo: si decimos «la rosa es roja», el verbo ser ha perdido aquí su dimensión ontológica para convertirse en una herramienta del lenguaje que sirve para unir palabras en una frase. Aristóteles, por ejemplo, considera que el verbo ser sólo tiene un valor copulativo, como mera unión entre el sujeto y el predicado (Aristóteles, De interpretatione): El coche (sujeto) es (verbo copulativo) veloz (predicado).
Para Echauri, esta pérdida de la dimensión del ser como «estar siendo», es una de las grandes sombras de la metafísica occidental.
Sin embargo, Tomás de Aquino, desde una óptica teológica, recuperará esta intuición del ser como “lo que está siendo”. Nos referimos a cómo rescata para la filosofía el sentido profundo del ser a través de su doctrina del actus essendi.
- Actus essendi. Tomás de Aquino
Para Santo Tomás, lo más profundo que tiene una cosa o un ente, no es su forma, su materia, su definición, etcétera. Lo más importante es el hecho de que esa cosa es, existe.
Y, ¿cómo es que una cosa o un ente, llega a ser o a existir? Precisamente lo explica a través de su doctrina «actus essendi«:
– La esencia (essentia) de algo nos dice qué es ese algo o cosa (por ejemplo «el ser humano es un animal racional»)
– El acto de ser (esse) nos dice que la cosa realmente existe, que está «siendo algo» en la realidad.
Entonces, el actus essendi es lo que proporciona la existencia real a la esencia. Con esta doctrina, Tomás de Aquino recupera lo que Parménides había intuido: que el ser no es una idea o una abstracción, ni tampoco una función lógica o predicativa del lenguaje, como afirmó Aristóteles, sino que es lo que concede la base real a todo lo que existe. Cualquier ente tiene su esencia, a través de la cual dicho ente queda definido. Pero es necesario que esa esencia se actualice (esse) para que pueda convertirse en existente, en algo real.
En suma, Aquino entiende que el esse es un acto real y que, por medio de ese acto, las cosas pasan de tener esencia a existir en la realidad.
Esto supone para Echauri la recuperación, enriquecida, de la intuición de Parménides. Es enriquecida porque en Parménides, el ser aparecía como un estado inmutable, pero en Tomás de Aquino, el acto de ser adquiere un carácter metafísico y creador.
El carácter metafísico viene dado porque el acto de ser no se refiere a lo que es físico o visible, sino a una raíz más profunda: aquella en virtud de la cual las cosas existen.
El carácter creador, se explica porque el acto de ser no procede de las cosas o de los entes mismos, sino que es dado por Dios. Dios es único ser que es por sí mismo (ipsum esse subsistens). Es decir, el único ser cuya esencia consiste, precisamente, en existir. Este aspecto creador está directamente relacionado con la idea de la creación desde la nada (creación ex nihilo). Esto tiene una trascendencia teológica fundamental en el pensamiento cristiano: Dios no transforma las cosas que ya existían previamente, sino que las crea a todas ellas, haciéndolas existir, dándoles el ser mismo a todas ellas, desde la nada.
Tomás llega así, a la culminación de su proyecto filosófico: la unión de un pensamiento metafísico (el ser como acto), y la fe cristiana (Dios como creador de todo, desde la nada).
- La recuperación de Heidegger
También Martin Heidegger se interesa por la recuperación del ser. Insiste, en su obra «Ser y Tiempo» (1927) en que la filosofía se ha olvidado del ser y se ha centrado en los entes (las cosas). Por eso, como Parménides, quiere volver a preguntar ¿qué es el ser? ¿qué significa que algo sea?
Sin embargo, Heidegger no da una respuesta teológica o metafísica, como hemos visto en Tomás de Aquino, sino que analiza cómo se muestra el ser en nuestra experiencia concreta, como seres humanos que estamos en el mundo, arrojados a él y obligados a existir en el tiempo, en la muerte, en la angustia, en el mundo vivido.
Frente al ser inmutable, fijo, de Parménides, o frente al ser que es donado por Dios, como en Tomás de Aquino, Heidegger propone un ser que se manifiesta en la existencia humana. Su ser es inseparable del ser humano que somos cada uno de nosotros al existir…
- Repensar el ser hoy
La filosofía actual tiene una tarea que es ineludible: repensar el ser como misterio, como acontecimiento y como acto fundante.
Es necesario aclarar todo esto.
Cuando hablamos del ser como misterio, estamos reconociendo que el hecho de que algo exista no resulta obvio ni explicable del todo. Estamos inmersos en las cosas, con las personas, con los hechos, pero rara vez nos detenemos a preguntarnos ¿Por qué hay algo en lugar de nada? El asombro ante lo que existe es el origen mismo del pensamiento filosófico. Pero hoy, cando nuestra cultura parece reducir todo a utilidades o consumos, es necesario pensar el ser como misterio, que no significa pensarlo como algo oculto o esotérico, sino volver a sentir el asombro original. Abrir de nuevo los ojos ante el misterio, ante la extrañeza de lo real, y que el hecho mismo de que algo exista constituya para nosotros una maravilla radical, ante la cual tenemos que recordar la tarea más antigua y urgente: dar sentido a la existencia, pero no sólo para explicarla científicamente sino para vivirla con hondura, respeto y conciencia.
El ser como acontecimiento nos lleva de nuevo a Heidegger cuando nos enseñó que el ser no es una cosa, sino algo que acontece, que sucede, que ocurre, que se manifiesta, pero que también se puede ocultar…
El ser no es algo que podamos definir de una vez y para siempre. Es algo que acontece en nuestras decisiones, en los encuentros, en el amor, en la muerte, en la sorpresa. No podemos controlarlo. Pensarlo como un acontecimiento permite situarnos mejor ante el ser: no somos dueños de la realidad, sino testigos partícipes de algo que nos sobrepasa, aunque al mismo tiempo estemos implicados en ello.
El ser como acontecimiento nos reconcilia también con la finitud, con el devenir, con lo imprevisible. No todo está dicho ni cerrado. Vivir es esperar cómo el ser se hace acontecimiento hasta en lo más cotidiano.
Por último, el ser como acto fundante, significa que antes de cualquier idea, antes incluso de cualquier palabra, – antes de pensar o de hablar – ya hay algo que todo lo sostiene: el ser. No se trata de ningún tipo de atributo que podamos añadir a las cosas, sino que es el acto más radical: lo que hace que algo exista en vez de no ser nada.
Cuando estamos arrasados por lo inmediato, por lo útil o por lo superficial, volver al ser como fundamento es reconectar con lo esencial.
Pienso que el agradecimiento mayor no debe ser por todo aquello que tenemos, sino por el simple hecho de estar aquí, de ser, de existir. Todo lo demás tiene se apoya en eso. Pensar nuevamente el ser como acto fundante no es sólo una tarea filosófica, es una actitud vital.
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