Reflexiones en torno a La Odisea, de Homero

Durante la denominada «Edad Oscura» se produjo en la antigua Grecia el abandono de la escritura. Las ciudades se desplomaron o redujeron considerablemente su tamaño, y la civilización micénica prácticamente desapareció (hacia el 1200 a. C.). Fue en ese periodo cuando los griegos desarrollaron su mitología, transmitida oralmente de generación en generación y que más tarde sería plasmada por Homero en sus dos grandes epopeyas, la Ilíada y la Odisea, por todos conocidas. La figura del propio Homero, aún hoy objeto de controversia entre los estudiosos, emerge al final de esa época oscura, en el momento en el que Grecia comienza a restablecer su cultura escrita.

Homero nos canta, en sus hexámeros dactílicos, un mundo de héroes, de dioses y de guerra. Refleja la sociedad mítica que existió en los siglos precedentes. Odiseo (Ulises), Aquiles o Héctor y otros protagonistas de la guerra de Troya, encarnan valores de coraje, honor, valentía o astucia, muy apreciados por las élites guerreras de la época. Pero también Homero es capaz de transmitir otros valores morales y éticos y tanto sus historias como sus personajes se convirtieron en una referencia para toda la Grecia antigua. Las historias de héroes y de dioses unificaron las creencias religiosas griegas, en un periodo en que las antiguas tradiciones aristocráticas estaban dando paso a nuevas formas sociales en las ciudades (Polis). En ellas, la participación ciudadana acabaría por reemplazar las antiguas formas de gobierno aristocrático y de nobles guerreros.

La Odisea es una obra maestra que combina la aventura, la tragedia y ciertos elementos de comedia, en el viaje épico que emprende Ulises para regresar a su patria, tras la guerra de Troya. A diferencia de otros héroes – como Aquiles – caracterizados por la fuerza, la destreza en el combate o la rapidez -, Ulises se distingue por su astucia y su ingenio.

Tal vez, la gran lección de la Odisea no sean exclusivamente las aventuras del protagonista, sino cómo Homero utiliza el mito para dar una explicación del mundo que le rodea, de los fenómenos naturales o de los acontecimientos históricos, así como el tratamiento de temas como la moralidad, la justicia, el destino, la virtud, la sabiduría o la valentía. Odiseo se enfrenta a dilemas éticos que ponen a prueba su carácter y la validez de su juicio ante decisiones difíciles o moralmente comprometidas. Paralelamente, la Odisea ofrece una meditación sobre el destino y el poder que los dioses ejercen sobre los acontecimientos humanos, y su significado último.

No puede dejar de afirmarse lo que ya han escrito muchos: la Odisea puede ser vista como una metáfora de la búsqueda de conocimiento. El viaje de regreso de Odiseo (Ulises) no es sólo un retorno físico, sino un viaje de descubrimiento personal, donde se ponen a prueba sus propias limitaciones, su mortalidad, la importancia de la familia y de su comunidad en Ítaca. Escuelas filosóficas posteriores, como el estoicismo y el epicureísmo, pondrán en valor la importancia del conocimiento propio y de la naturaleza humana como camino hacia la sabiduría.

Vamos a realizar una breve aproximación a todos estos puntos de análisis

  • El viaje, como metáfora del conocimiento

Ya desde la antigüedad, el viaje de Odiseo se ha interpretado como una metáfora del aprendizaje y de la experiencia.

Odiseo es astuto, a diferencia de Aquiles, arquetipo del guerrero heroico. Su viaje de vuelta a Ítaca, tras participar en la guerra de Troya, no es un viaje lineal ni glorioso. Supone, por el contrario, un periplo errático, lleno de pruebas, errores, revelaciones, superaciones…

En ese sentido la Odisea ha sido vista como un proceso gradual de conocimiento que está mediado por la experiencia, por la memoria, por el fracaso o el dolor, y también por la capacidad de resistir y la superación.

Odiseo ha de tomar numerosas decisiones que surgen, más que como simples respuestas a los desafíos externos, como resultado de reflexiones éticas profundas. Nuestro héroe encarna una actitud de sabiduría práctica – de prudencia (phronesis) – que se encuentra cercana al ideal aristotélico.

La phronesis, traducida muchas veces como prudencia, no supone un conocimiento teórico ni una sabiduría de origen divino, sino una forma de pensar y de actuar que combina la experiencia, el juicio moral, la adaptación a contextos cambiantes, la capacidad para encontrar soluciones ingeniosas a los problemas y prever las consecuencias de las acciones. Odiseo es un héroe homérico, pero no es un filósofo. Sin embargo, anticipa un modelo de hombre que no se deja llevar por impulsos ni pasiones desordenadas, sino que razona, observa y elige el mejor camino entre los posibles. Su cercanía al ideal aristotélico se justifica porque, en efecto, en la obra «Etica a Nicómaco«, Aristóteles presenta como uno de sus valores centrales, la capacidad para deliberar bien sobre lo que es bueno y conveniente para la vida.

  • El destino y la libertad humana

Este es uno de los temas cruciales en la Odisea, que lleva implícita una reflexión plenamente filosófica: la relación entre el destino y la voluntad individual.

Los dioses intervienen con frecuencia en la historia, pero no determinan totalmente el curso de los acontecimientos. Odiseo es ayudado por Atenea, pero, en cambio, es castigado por Poseidón. La inquina de Poseidón hacia Odiseo tiene como origen el hecho de que Odiseo dejó ciego a uno de sus hijos, el cíclope Polifemo, en uno de los pasajes más conocidos de la Odisea.

Pero no solamente la enemistad de Poseidón se debe a una actitud vengativa. Obedece también al hecho de que Odiseo le ocultó su nombre al cíclope, diciéndole que se llamaba «Nadie«. De esa forma, cuando los otros cíclopes preguntaron a Polifemo quién lo había cegado, este contestó que había sido «Nadie«. Pero Odiseo, cuando ya está a salvo en su barco, lejos de la costa, no puede resistirse al impulso vanidoso de que se supiera quien fue el verdadero autor de la agresión al cíclope y grita desde el barco: «Si alguien pregunta quién te cegó, diles que fue Odiseo, hijo de Laertes, de Ítaca». Es aquí cuando entra en juego un concepto de la Grecia arcaica que era considerado como una falta grave: la Hybris. Es decir, la desmesura, el orgullo excesivo, el jactarse mediante actos de vanidad, incluso aunque dichos actos pongan en peligro la vida de los compañeros de viaje.

Lo que Homero nos transmite en este pasaje es que la astucia y la inteligencia, sin duda cualidades presentes en Odiseo, deben ir acompañadas de la prudencia, del respeto por el orden natural, de la moderación y de la humildad, incluso en la victoria.

¿Acaso esto no supone, sin duda, una gran lección para líderes políticos actuales que se imponen con palabras grandilocuentes, vanidad o arrogancia, mientras que la verdadera sabiduría política supone, por contra, renunciar al ego para pensar en lo común, callar cuando no se tiene razón, no humillar al adversario en su derrota, y aceptar que el poder debe estar limitado por valores y humanidad? ¿Acaso ciertos comportamientos en la política actual no confunden la defensa de la identidad o de los propios logros con el desprecio al otro, como si reconocer los aciertos ajenos fuera señal de debilidad o rendición?

Pero volviendo a nuestra historia, la tensión entre libertad individual y el destino, ha sido interpretada por pensadores posteriores como una alegoría de la condición humana, la cual está sometida a fuerzas que no controlamos, aunque, a pesar de ello, tenemos que continuar siendo responsables de nuestras decisiones.

Es de esta manera como la Odisea, en los albores del pensamiento griego, puede entenderse como una reflexión filosófica sobre el libre albedrío, el sufrimiento y la resiliencia.

  • La importancia del oikos: el hogar, la comunidad, los afectos

Otro de los valores más profundos que vertebran la Odisea es el del regreso al oikos, el hogar.

Ítaca – la patria de Odiseo – no es solo un lugar físico, sino un símbolo de pertenencia, de vínculos familiares, de raíces culturales. La fidelidad de su esposa Penélope, la espera de su hijo Telémaco o el amor por la tierra natal, son todos ellos elementos que subrayan la importancia de la comunidad como un espacio de sentido.

No olvidemos que la historia transcurre en una época en que las estructuras aristocráticas comenzaban a ceder el paso a otras formas de ciudadanía, que son el preludio de las polis y de la participación ciudadana. Odiseo (Ulises) es todavía un héroe del antiguo mundo y, él mismo, se impone como deber prioritario restaurar el orden doméstico y castigar la deslealtad. Pero Homero ya insinúa en su obra una nueva ética que no se basa sólo en la fuerza o en el honor aristocrático, sino en la prudencia, la justicia, la inteligencia y el sentido de lo común.

Cuando Odiseo – al final del poema – reconstruye el oikos – el hogar -, tras la eliminación de los pretendientes de su esposa, está restaurando un orden moral y social, pero que se abre a los nuevos valores que estarán presentes en plenitud en la polis griega: el equilibrio, el diálogo, el respeto a las normas de la ciudad… Su hijo, Telémaco, ya pertenece a una nueva generación que deberá convivir, no sólo en un mundo de clanes aristocráticos, sino en un mundo de ciudadanos. Los pretendientes de Penélope son nobles, pero se comportan sin ética ni respeto. Son el símbolo de una aristocracia corrupta que no tendrá cabida ni sentido en la nueva sociedad griega que se abre camino. Frente a ellos, Telémaco, es un joven que observa y toma sus decisiones. Él también realiza su propio viaje (Telemaquia), en busca de noticias sobre su padre, y aprende a hablar en las asambleas, a deliberar, a escuchar y decidir. Telémaco es un personaje de transición entre el mundo de héroes arcaicos de su padre, y el nuevo protagonismo político de los ciudadanos, que está por llegar, en una comunidad más compleja que la de los clanes familiares.

En definitiva, la Odisea describe un mundo que todavía está dominado por el ideal heroico de la gloria, pero en el que se atisba otro modelo de vida que no está basado en la fama individual, sino en los lazos afectivos, en la pertenencia a un hogar y a una comunidad de valores.

Aquí resuenan ya, de forma anticipada, ecos del pensamiento ético de los estoicos y epicúreos que, siglos más tarde, defenderán que la vida no consiste en el poder, en la riqueza, ni en la gloria externa, sino en el cuidado del alma, la sabiduría interior y la verdadera amistad. Para los epicúreos, la ataraxia (paz del alma) se alcanza evitando el sufrimiento, que suele venir de deseos innecesarios, y llevando una vida sencilla y moderada. Epicuro recomendaba vivir con poco, no porque rechazase el placer sino porque los placeres naturales -descanso, comida simple, conversación- son más duraderos y seguros. En cuanto a los estoicos, enseñaban que la virtud reside en actuar conforme a la razón y vivir en armonía con la naturaleza y la comunidad.

La sabiduría incluye el control de uno mismo y el reconocimiento de los propios límites. La Odisea preconiza todos esos valores, junto con la humildad, tanto ante los dioses como ante el mundo. El propio Odiseo, como hemos señalado, es célebre por su astucia, pero comete errores cuando se deja llevar por el orgullo. La historia de este héroe anticipa una forma de sabiduría práctica: no es más héroe el que arrasa sin freno, sino el que aprende a vivir en armonía con los límites de su condición humana.

  • El papel del mito como forma de explicación filosófica

Finalmente, en la Odisea se nos muestra que el mito no es solo relato, sino también interpretación del mundo. Homero no ofrece respuestas científicas a los fenómenos naturales, pero mediante las acciones de dioses y héroes articula una visión del cosmos en la que cada acontecimiento tiene un sentido, aunque no siempre aparezca como evidente. La travesía por lo desconocido, los monstruos, los encantamientos y los prodigios son formas simbólicas de expresar temores, deseos, esperanzas. La mitología homérica es, en este sentido, precursora de una forma de pensamiento filosófico que busca comprender el mundo en su totalidad, no solo describirlo.

En conclusión, la Odisea no es solo una historia de aventuras antiguas. Es, sobre todo, una reflexión profunda sobre lo que significa ser humano. A través del viaje de Odiseo, Homero nos habla de nuestras propias dudas, de nuestros miedos y de nuestros deseos. En él se mezclan la fuerza y la inteligencia, el deseo de conocer y la necesidad de volver a casa, el impulso de ser uno mismo y el amor por los que nos esperan.

En cierto modo, el viaje de Odiseo es también el nuestro: una búsqueda de sentido en un mundo incierto, lleno de pruebas, de pérdidas, pero también de aprendizajes. Por eso, aunque pasen los siglos, La Odisea sigue tocando algo muy hondo en nosotros. Es un espejo en el que aún hoy vemos reflejadas nuestras preguntas más profundas: quiénes somos, qué sentido tiene el mundo qué habitamos, qué es lo que buscamos y qué significa volver a nuestro propio hogar

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